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miércoles, 10 de agosto de 2011


“Que la universidad no se coma tus sueños”

A continuación, presentamos una breve historia sobre la vida de un estudiante universitario (se generalizó el modelo), que a tu parecer tal vez pueda ser un poco exagerada, pero el fin de esto es que al culminar la lectura puedas elegir la opción que hubiese seguido nuestro personaje para lograr una vida plena durante y después de la universidad.
El comienzo
Inocencio era un joven con grandes sueños, él deseaba realmente trascender en su vida, que sus padres se sintieran orgullosos de él y pudiera lograr grandes cosas durante su existencia. Él soñaba con ser el mejor en todo lo que emprendiera. Para eso él decidió seguir una carrera profesional en la Universidad Nacional del Centro del Perú. Al salir del colegio postuló por primera vez y no logró su tan anhelado sueño de ingresar a la universidad, entonces se dijo me esforzaré mucho por lograr mis sueños y empezó a esforzarse, y se inscribió en una academia, dedicándose en cuerpo y alma para poder ingresar a la U; y luego de mucho esfuerzo logró su cometido (¿esta historia te parece familiar?).

Opción A
Al iniciar el primer semestre se da con muchas sorpresas y luego de culminar la semana de parciales, Inocencio y sus amigos se van a conocer “el frente”, situación que en los siguientes años se convierte en un lugar muy frecuentado por él y algunos amigos. Pasado el tiempo, nuestro personaje se resigna a una vida universitaria rutinaria donde plagiar en los exámenes y copiar trabajos para presentarlo a nombre suyo ya no tienen sobre su conciencia la culpa que en otro tiempo le generaba, ya no se trataba de ser el mejor sino el que mejor se acomodaba a las circunstancias para lograr lo que quería.
Ahora su sueño era culminar la carrera, buscar una chamba (no importaba si por méritos o por vara) y tener una vida cómoda, indiferente a los demás, indispuesto a utilizar sus conocimientos y habilidades con el fin de ayudar a otros sin obtener un beneficio para sí mismo. Inocencio se encontraba ahora siendo parte de la masa que logró sus anhelos pero de una manera que no contrastaba con sus valores iniciales.

Opción B
Muy emocionado, Inocencio comenzó a estudiar y al llegar adentro se chocó con tristes realidades: gente que pagaba para pasar los cursos, sus compañeros de salón que esperaban cualquier oportunidad para ir “al frente” a celebrar sus buenas notas en los parciales o llorar sus infortunios de naturaleza diversa.
El mismo empezó a ser arrastrado a la corriente de hacer las cosas a medias, copiar en los exámenes y estuvo a punto de coimear a un profesor para que lo ayudara a pasar un curso, porque él no deseaba para nada decepcionar a sus padres y antes prefirió sacrificar sus ideales por lograr un mayor éxito. Ese día apesadumbrado se dio cuenta que para lograr pasar de semestre había sucumbido a lo que él mas odiaba y pensó “¿Qué fue lo que me cambió?, yo no era así”…
Sumido en tal desesperación y acaeciendo los vicios que acontecen a los jóvenes estudiantes, un día un amigo, al verlo turbado, le compartió el siguiente texto (léelo tú también): “Muchacho conoce la felicidad mientras seas joven y toma temprano las buenas decisiones. Elige tu camino como mejor te parezca sin olvidar que Dios te pedirá cuenta de todo.” (Eclesiastés 11:09)
Entonces se preguntó: ¿cómo conozco la felicidad si yo mismo soy tan infeliz?, pregunta que lo dejó pensativo, al día siguiente decidió buscar a su amigo para que le diera algunas respuestas, él muy tranquilo y con una sonrisa en el rostro le dijo: “tu vida no tiene sentido Inocencio, y mientras no tenga propósito no vas a ser enteramente feliz”.
Inocencio expectante pregunta “¿y cómo le encuentro sentido a mi vida?”, su amigo le responde: “El hombre está hecho para Dios y Dios está para llenar su vacío, si empiezas a conocerlo tu vida comenzará a tener propósito”. Incrédulo ya en su casa, Inocencio elevó una oración diciendo: “Dios si es que en realidad existes, dale a mi vida un verdadero sentido, cansado estoy de vivir sin motivo no le halló el gusto a nada y parezco ser espectador de mi propia vida, necesito un nuevo comienzo…”
Terminada esta frase Inocencio se vio invadido de una extraña sensación de paz que jamás había experimentado su ser ya no era el mismo algo había cambiado. ¿Habrá hallado su vida el sentido que buscaba?

Reflexión
“Conclusión del discurso: todo ha sido dicho. Teme a Dios y observa sus mandamientos: allí está todo para el hombre”. (Eclesiastés 12:13)


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